sábado, 1 de octubre de 2011

Carroña

El cielo encapotado escupe
a unos putridos zombies,
que danzan descalzos,
entre vidrios rotos
y cabezas torcidas.

Ahí yace mi cuerpo
infectado y lleno de gusanos,
bajo luces de neón
se expande y aumenta
por cada una las venas
veloz como una gacela.

El dolor de los pinchazos
asciende lentamente a la cabeza,
las piernas endebles
no permiten moverme,
el cerebro devorado por gusanos,
y mi vida en una lata.

El hedor de la descomposición
del cadáver de mi persona,
de lo que no pudo ser,
es inhalado por cualquiera
produciendo terribles nauseas

La ansiedad estremece mi corazón,
retumba por todo mi cuerpo,
se retuercen pies y manos,
y mis pulmones se ahogan
en la putrefacción de la carroña.

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