miércoles, 21 de septiembre de 2011

Amanecer

De un inmenso edredon azul,
bajo la bobeda del firmamento,
en un placido Mediterraneo
al este del despeñadero,
se despereza candente el sol
iluminando a dos amargos amantes.

Entre cactus, romero y lavanda,
se deslizan lagrimas como navajas
clavandose en un maltrecho corazón
del cual brota espesa sangre
por el lecho sembrado de cardos.
Nuestros cuerpos abrazados,
se niegan a abandonar este sueño,
volemos juntos hacia la luz,
las nubes seran nuestro lecho,
el cielo nuestro manto,
y el infinito acogera nuestra soledad.
No dejemos que las agujas del reloj,
nos retuerzan con firmeza el cuello,
en el putrido cementerio,
donde todo se pudre,
donde todo se marchita,
donde todo se acaba,
donde pululan cadaveres y enfermos
entre terribles ratas,
vias muertas de cemento,
y esquinas de espectros.

Mientras huyo de callejones
abarrotados de fantasmas
directo hacia el abismo
me ahogo en una botella
donde se celebra el funeral.
Cada día una guillotina,
por la que pierdo la cabeza,
sintiendo tu frio puñal
en mi pecho escozido
de cerveza y wisky,
en el que clavaste un beso,
que nos trajo a la realidad,
y nos desquebrajo.

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